miércoles, 5 de agosto de 2009

¡Escuchadme ciudadanos!, Evgueni Evtushenko


Tengo un amigo que una vez cerró un quiosco. Tenía un centenar de libros viejos y maltratados que su mujer iba a olvidar en la basura, pero él los rescató porque se acordó de mí. Le debo a la puntualidad de su memoria muchos momentos buenos, un par de estantes y el contacto con escritores que, de otro modo las cosas, hubiera tardado mucho más en conocer. Evgueni Evtushenko es uno de esos escritores.

Nació en Zima (1933), un pueblo por donde pasa y para el Transiberiano. De niño conoció la fatalidad del destino, pero ¿qué es el destino para la gente buena? A los 19 años publicó su primer volumen de poesía, y hasta hoy. Actualmente prepara una amplia antología de poetas que recorre 10 siglos (del XI al XXI). He leído que fue político, que trató de devolver al arte su necesaria libertad de conciencia en la gigantesca URSS, que fue corresponsal de Pravda en Cuba, que conoce el castellano y que ha cultivado versos en esta lengua.

El libro que leí lo publicó Ediciones 29 en 1977. Es el segundo volumen de su obra completa, la de entonces, y abarca desde 1959 hasta 1964. Cada año tiene sus poemas. El orden cronológico es un orden débil, pero también es fácil y ayuda en algunos casos (como en los diarios del sesudo Canetti).

A Evgueni Evtushenko no lo define un estilo, una suma de recursos, sino su mirada, su sentir cotidiano. En este libro caben versos sobre el ejército ruso, sobre un encuentro con Hemingway, sobre una actuación de Edith Piaff, sobre Maupassant, sobre el amor, sobre Lermontov, sobre las madres. Poesía de gramática tensa (lo intuyo por la traducción) pero que quiere ser leída en voz alta, como prefiere Evtushenko. Muchas de sus composiciones son ejercicios de retórica(+) y de oratoria. El conjunto posee una fuerza arrolladora. Tanto que supuse que este hombre habría estado nominado al Nobel en alguna ocasión. Resultó ser que en bastantes. Una pena que su obra no se edite ahora mismo en este país.

Se intuye algo de Mayakovski, de Pasternak, pero hay también un toque de los beat writers, y de Lorca (creo), y de los clásicos de siempre. Por ejemplo: Hay un poema (Reíanse tras la pared) que contiene estos versos:

“La vida es un equilibrio.
La envidia es un autoultraje.
En realidad, de la desgracia tuya
la felicidad ajena es expiación.”


Esto es igual a unas líneas de Lucrecio (no puedo ponerlas porque tuve que dejar el libro). La poesía de Evtushenko se mueve en una geografía amplia, como animando a su difusión, que se produjo más tarde. Hay poemas que ocurren en Copenhage, en Crimea (precioso nombre), en París, en Cuba, en Harvard, en Moscú, en Ucrania, en las riberas del Kliazma, del Pechora. Están como anclados a la tierra, crecen con ella (la mención a la geografía, cuando se usa, es uno de los mayores peligros para el poeta, pues ofrece pistas importantes sobre la credibilidad que merece). También sabe bucear en los angostos territorios del alma, y aunque raramente encuentra nada nuevo (eso es muy difícil), siempre nos regala unos versos notables. Me gustan los siguientes:

¡Oh, Dios mío, deja que sea poeta!
No permitas que engañe a la gente.


También estos versos de un poema que se titula El vacío:

Oh, sobre toda agitación
bendita sea la dulzura embriagadora
de un tranquilo y luminoso vacío
precursor de un alma que se llena.


Pero sobretodo éstos:

“¡Existe el juicio de Dios, confidentes corruptos!”
y el juicio del poeta es el juicio de Dios.


Suele decirse que la obra de un poeta queda justificada si perduran cuatro o cinco poemas buenos. Esta tontería la diría el inventor de las antologías, no lo sé. Sé que en este libro sobran pocos poemas, porque si pocos son buenos, muchos son mejores. Además: entre todos ellos levantan la bandera de este libro, como en ese esfuerzo de los soldados americanos fotografiados en Iwo Jima.

Poco más que añadir. Con mi débil ruso no podré leer como toca a Evtushenko hasta dentro de un tiempo. Puede que lo intente en inglés, en francés hay muy poco. Algo en castellano circula por la red, con sus pros y sus contras. Me ha llamado la atención este poema:

LA TERNURA

¿Dónde y cuándo se puso eso de moda?
“Indiferencia por los vivos,
atenciones con los muertos”.
Los hombres van encorvándose,
aficionándose a la bebida.
Los hombres desaparecen, unos tras otros,
y se pronuncian para la historia
tiernos discursos sobre ellos,
en el crematorio...
¿Qué quitó la vida a Maiacovski?
¿Qué le puso el revólver en la mano?
A él-
con su voz,
y su apariencia-
debiósele dar en vida
una mala pizca de ternura.
Los vivos son un estorbo.
Sólo después de la muerte se premia con la ternura.


También, y acabo, éste:

ELOGIO PARA LA POESÍA

Tiutchev, un poeta ruso del siglo XIX, exclamó una vez:
“¡Oh, si las alas vivas de las almas, agitadas sobre la multitud,
nos salvaran de la inmortal vulgaridad de la gente!”


Hoy todos somos testigos de un complot mundial
de la vulgaridad triunfante contra la exquisitez humana.
Pero si la vulgaridad es inmortal, también es inmortal
la resistencia contra ella.
La persona que no tiene poesía interior
se convierte sin darse cuenta en un zombi.

Hace mucho tiempo, en una de mis otras vidas,
estuve en un pequeño pueblito colombiano en la Amazonia,
donde viven los indios cazadores de cocodrilos.
Para ellos, un invitado es una persona sagrada.
Cuando salieron a mi encuentro tocaron tambores,
se tiraron de los cabellos y lloraron a lágrima viva.
“¿Por qué lloráis?”, pregunté sorprendido.
“Porque luego te irás”, respondieron los indios.
Cuando me iba, también tocaron tambores, pero esta vez
bailaban alegremente, haciendo que yo bailara con ellos
su alegre danza. Me pusieron lirios blancos en el pelo
y, como niños, saltaban por encima del fuego.
“¿Por qué estáis todos tan alegres?”, pregunté.
“Porque tenemos la esperanza de que regresarás”, contestaron.
Esto es poesía que, gracias a Dios, vive en la humanidad.

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