martes, 26 de mayo de 2009

Sobre verdad y mentira, Friedrich Nietzsche


Se puede decir que en la vida hay hombres y hombres. No sé si son mejores los primeros o los segundos, pero acierta el lenguaje con estas polisemias de lo mismo.

Friedrich Wilhelm Nietzsche se llamó así porque nació el día 15 de octubre (de 1844). Era el aniversario de Federico Guillermo IV, rey de Prusia. El padre de Nietzsche, un tal Karl Ludwig N. era párroco en Röcken, un pueblo de Sajonia que a día de hoy no pasa de los mil habitantes. Este padre, que murió joven, escribió lo siguiente en el registro el día del bautizo: “Y cuantos las oían [las cosas que decía], las grababan en su corazón, preguntándose: ¿Pero qué llegará a ser este niño? Porque, efectivamente, la mano del Señor estaba con él”. La cita es del Evangelio de Lucas (1, 66) y fue (o es: con el tiempo nunca se sabe) premonitoria.

El 80% de la filosofía de Nietzsche se desarrolla en torno a la siguiente cuaterna: ‘crítica’-‘nihilismo-individualismo’-‘voluntad de poder’-‘superhombre’. Para explicarlo o repensarlo basta un minuto o cuatro frases. Podrían ser éstas mías: Nos hemos equivocado con el mundo. Destruir lo que hicimos mal nos devuelve a la nada, nos devuelve a nosotros. En el hombre hay una sed extraña más allá de la supervivencia. Sólo el superhombre es dueño de su destino.

Pero, claro, no todo es tan sencillo. La superficie específica mide la relación entre la suma del área externa e interna de una sustancia y su peso. El carbón llega a tener 50m2 por gramo, algunos compuestos de sílice 700 m2/gramo, otros de Cobalto y Níquel sobrepasan los 1000m2/gramo. El pensamiento de Nietzsche, cuando se fija en algo, le da profundidad, va excavando cavernas, recovecos, pequeños huecos sin salida… El resultado es una filosofía llena de sugerencias, de matices, de contradicciones, casi inabarcable. En este sentido, pero también en otros que no sé definir, hay algo de Proust en Nietzsche, algo de Nietzsche en Proust.

Sobre verdad y mentira es una obra breve que Nietzsche dictó a un amigo en 1873. Empieza remarcando ese pathos que subyace a la futilidad de la existencia. Un breve párrafo, un tanto poético, tras el cual empiezan los mandobles. El intelecto, esa facultad humana, nos engaña creando expectativas falsas. Dicha facultad es el recurso de los débiles, y no ha podido sino especializarse en fingir. Pessoa diría después que el poeta es un fingidor, Nietzsche afirmaba que el fingidor es el homo sapiens. Tanto artificio, pues, no puede crear un sentimiento noble de acercamiento a la verdad. Al contrario: la verdad obedece a razones utilitaristas, acaba siendo lo que se cree beneficioso de lo arbitrario. Por ello el hombre “ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos”. Con el correr del tiempo (si es que existe tal cosa) se olvidan los orígenes y las verdades acaban canonizándose, aunque sean “ilusiones de las que se ha olvidado que lo son”.

Nietzsche continúa criticando el lenguaje, su poder legitimador de verdades. El lenguaje no toca la realidad. Como hará con todo lo abstracto, se ceba en el concepto (residuo de una metáfora, dice), anulador de individualidades, negador de diferencias. El mundo acaba desembocando en un mar clasificado, cerrado y antropomórfico que nos limita.

Sólo el torrente inexplicado de imágenes cotidianas, sólo la individualidad de cada cosa, sólo el olvido de uno mismo nos pueden devolver el mundo originario, que ha de ser modelado por el hombre “artísticamente”. Si la realidad es una metáfora anquilosada, la refundición, la actualización de las metáforas es el único modo de reencontrar el mundo.

La extensión de la obra no da para más. En años posteriores Nietzsche trabajaría estas ideas, todavía muy difusas, y les infundiría una vida larga, de siglos. Esta filosofía, por su particular modus operandi es muy difícil de criticar, ya que no establece bases de operación claras. Se puede decir que es una filosofía de guerrillas, pero en la última capa de la estratosfera. Por ejemplo, Nietzsche no duda un momento en asociar el intelecto con los débiles. El lector sí. La Rama dorada, de Frazer, nos indicaría otra evolución: el intelecto persigue la obtención de privilegios, de algún modo el intelecto quiere más intelecto. Pero no sólo el de los débiles. Quizá antes que la casta sacerdotal nace la casta guerrera. Si la casta sacerdotal predice eclipses o lluvias abundantes, esto nada tiene que ver con la debilidad. No necesariamente. Probablemente Nietzsche, todavía va más allá: a la fundación del pacto social, tribal diría. Pero se puede argumentar lo mismo. El carácter social del hombre es, probablemente, anterior a la especie. Ahora bien, Nietzsche está, de nuevo, bautizando el mundo. Los débiles no son los débiles, son los que son. La crítica normal es impracticable.

Esta filosofía a llamaradas acabó por impregnar todo el siglo XX, i el XXI, en danza. El hombre “se contenta con recibir estímulos”: Virginia Wolf dijo: “A la gente le gusta sentir… sea lo que sea”. “¿Sería capaz [el hombre] de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada?”, y aunque no tenga una relación directa uno piensa en los cerebros de Hillary Putnam…

Los que no hayan leído a este hombre genial pueden empezar por este libro. Los que lo hayan leído comprobarán que hasta las grandes ideas de los mejores hombres tienen una maduración lenta.

Como todos los genios, Nietzsche no sólo fue un genio, además se lo propuso. Fue un místico sin Dios que quiso partir en dos trozos la historia de la humanidad. A día de hoy no puede asegurarse que estuviera equivocado. Dejo un pequeño poema de los Ditirambos dionisíacos:

Así caí yo una vez
desde mi locura por la verdad,
desde mis anhelos por el día,
cansado del día, enfermo de luz,
- caí hacia abajo, hacia la noche, hacia la sombra,
por una verdad
quemado y sediento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi hijo le dejó impresionado tu texto y se ha decidido a leer a Nietzche este verano. A mí me encantó el poema.

Gracias Iván.

prorronpampero dijo...

Buen comentario, sí señor.

Bombeas luminiscencias desde las catacumbas nihilistas; lanzas sublingüísticas, supralingüísticas. Pintas conceptos.
Nietszche ardería contigo, sollozándole a un caballo.