lunes, 4 de mayo de 2009

Adiós a Berlín, Christopher Isherwood


Christopher Isherwood nació en Inglaterra 1904, estudió en Cambridge y quiso ser escritor. Vivió en Berlín a principios de los años 30. En esa ciudad fue profesor particular de inglés durante unos tres años, pero se dedicaba a la vida y a la Literatura. Buscaba, quizá, la soledad y lo extraño, huir y reencontrarse. Pero en esos años la República de Weimar daba sus últimos coletazos y la ascensión de los nazis ya empezaba a crear algunos problemas. Era un Berlín triste, sumido en una depresión económica brutal, con el barco de la estabilidad política siempre a punto de zozobrar, con repentinos y descontrolados movimientos sociales… Una bomba de relojería que tenía, luego se supo, una carga del demonio.

Adiós a Berlín se mece en esa aura decadente de los entornos convulsos. Suele venderse como novela, pero es más bien un conjunto de relatos con personajes compartidos. Su estilo es similar, su calidad variable. El libro se abre y se cierra con un “diario berlinés”, que sirve de prólogo, de epílogo y de cemento aglutinador. Los relatos o capítulos, por orden, son: Sally Bowles (el más notable), En la isla de Ruegen (fuera de Berlín el libro decae), Los Nowak y Los Landauer (interesante relato).

Si algo llama la atención en este libro es el personaje principal, que tiene el mismo nombre que el autor. Su frialdad, en algunos momentos, es desconcertante. En el segundo párrafo del libro se nos dice: “Yo soy una cámara con el obturador abierto, pasiva, minuciosa, incapaz de pensar”, y el resto del libro lo atestigua. Los personajes (o personas, a veces no se sabe) que circulan en estas páginas son prostitutas, camareros, multimillonarios, vagos, actrices… Todos caben en la vida de un profesor de inglés, y todos son tratados de igual manera. Parecen actores ensayando sus monólogos frente al director Isherwood, quien no muestra indicios de compasión, comprensión, empatía… Este extraño experimento acaba por subyugar al lector que valora la originalidad, porque esta novela se escribió antes que 1280 almas, de J. Thompson. Solamente este ingreso compensa el tiempo invertido. Además están sus diálogos, rápidos, sin apenas matices que distraigan y apostillen, como copiados de una grabadora.

Este volumen dio para un par de películas. Ishserwood fue luego guionista en Hollywood, colaboró con W.H. Auden en varias obras dramáticas, y como Evelyn Waugh fue considerado por sus compatriotas como el mejor escritor inglés de su época. (Los ingleses nunca vieron a Chesterton con buenos ojos.)

Jaime Gil de Biedma lo nombró cónsul de Sodoma.

3 comentarios:

un genio del montón dijo...

He leído a Isherwood a través de sus amigos, Stephen Spender, Mcneice, Auden. O sea, que no lo he leído. Tras tu reseña tendré que hacerlo.
Cónsul de Sodoma, hum...

a.a. dijo...

JGdB publicó una especie de antología (Cónsules de Sodoma) y nombró a unos cuantos "cónsules de Tal":
Tennessee Williams,Ginsberg,Burroughs,éste... Hay entrevistas, se cuentan anécdotas... Interesante y raro libro. A ver si me animo y lo reseño algún día.

un genio del montón dijo...

Raro, el tomate me resulta letal, pero este menudeo de poetas admirados me saca la maruja. De hecho, el mejor libro de Biedma es el retrato del artista, sus devaneos filipinos... Anímate y cuenta.