miércoles, 22 de abril de 2009

Siete cuentos fronterizos, Georges Moustaki



A este hombre, que es músico, le ha dado, con los años, por escribir. O sería mejor decir: por escribir más. Nació en la Alejandría de Cavafis un año después de que éste muriera (1934). Ciudad portuaria y mítica, este enclave de Egipto le dio la posibilidad de convivir con múltiples culturas. Es por ello que conoce diversos idiomas, aunque su vida artística se ha desarrollado sobretodo en París. Hace poco estuvo en Barcelona y actuó junto a Maria del Mar Bonet en el Palau de la Música.
No hace falta decir cuántos cuentos tiene “Siete cuentos fronterizos”. Estos relatos breves (entiendo por cuento otra cosa), pueden leerse en menos de una hora. En todos ellos la trama, que a la fuerza es básica, es la que cuenta. Los personajes son sólo espejismos y lo que se dice podría no necesitarlos. Algunas de las historias pueden haberse leído antes en otros lugares: por ejemplo en una recopilación de historias budistas. Otras no. El estilo, sin embargo, resulta conocido, y es el estilo de las recopilaciones de historias budistas. Se le añade cierta melancolía infantil que no hubieran aprobado los sabios orientales, tan secos y proclives a la austeridad emocional. Las historias son las siguientes:

- El muro: un muro que separa, pero que acaba uniendo. Parece una respuesta al muro que se levanta en Cisjordania (por el nombre de los personajes y el ambiente), pero sólo ha ocurrido algo parecido en el muro de Berlín. La muralla china, las fortificaciones romanas y el muro de Adriano cayeron en desuso pero no unieron. La Línea Maginot y la Sigfrido no llegaron a usarse prácticamente y perseguían la defensa más que la separación. La zona desmilitarizada de Corea, el muro de Shankill Road, en Belfast, el de México, el de las Villas Miseria de Rosario, Buenos Aires y lo demás, siguen vigentes y son de nuestro tiempo.

- El tañedor de laúd. Un niño prodigio del laúd, recorre las casas de los mejores maestros del instrumento. Llega a tal grado de excelencia que el último maestro que podía enseñarle algo, reconociendo su talento, le invita a visitar una leyenda viviente: un viejo eremita que dominó como nadie el arte del laúd. Una vez encuentra al viejo, éste ni siquiera recuerda la forma del instrumento. Le revela que una vez se llega a la cumbre ya no hace falta lo que sirvió para llegar.

- El gobernador. Un mandamás se queda sin enemigos y se ve obligado a provocarlos. Son los ataques de falsa bandera, tema bélico recurrente. Nerón quemó Roma y acusó a los cristianos, Hitler quemó el Reichstag y acusó a los comunistas, Roosevelt permitió el ataque a Pearl Harbor y acusó a los japoneses… , una sola bala, que además no existió, contra el destructor Maddox, precipitó la entrada de Estados Unidos en la Guerra del Vietnam, Hitler provocó un “ataque polaco” en Gleiwitz y lanzó la guerra con Polonia, Inglaterra y EEUU, con la operación Ajax, se metieron en Iran, Stalin bombardea Mainila (ciudad rusa) y invade Finlandia…Me paro por la filantropía.

- El duelo. Dos amigos, cuyas familias poseen diferentes creencias, se ven abocados a la enemistad. Iban a ser cuñados, pero en un duelo acaban todos en el cementerio. También la señorita en cuestión.

- Ibrahim. Un judío acude a Gaza como colono. El estado cambia de planes y derriban los asentamientos. Se resiste y es apresado, pero se escapa. La historia lo deja en un campo de refugiados palestino, donde es acogido y del cual no piensa moverse. Cosas más raras se han visto.

- Los invasores. Tributo al enorme poema de Cavafis “Esperando a los bárbaros”.

- Hassan. Historia de un violista errante y enamoradizo. Quiere emular, con palabras, el tornillo de Arquímedes.

Leí el libro en otoño y estaba bien, pero hubiera sido mejor en el verano. Se disfruta más de la propia memoria que de la lectura. Y eso es buena señal.

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